Con
un estado cansado, varios rasguños y heridas, se encontraban tanto Knuckles
como Rouge. Los dos a duras penas se podían mantener en pie. Delante de ellos
sonriendo de arrogantemente se encontraba el erizo negro, mirándolos con
superioridad.
-¿Acaso
ya están cansados?-los dos se lanzaron nuevamente hacia él, con un puño en alto
y una pierna en alto. Con certeza el erizo tomo la pierna con su mano derecha,
mientras que con la otro tomaba el puño con fuerza. Rouge abrió sus ojos boca
abierta, no tuvo tiempo cuando el la alzo de su pierna y comenzó a girarla con
rapidez. En su mano izquierda hizo lo mismo con el equidna, lanzándolos
fuertemente contra unos concretos rotos. Adoloridos nuevamente se pusieron de
pie.
-Esto…esto
no es fácil…-susurro cansada la murciélago mirándolo con los ojos
entrecerrados.
-Aunque
luchemos los dos se nos hace muy difícil ganarle. Este erizo pose la misma
fuerza que el Shadow verdadero-Knuckles al igual que ella se veía muy cansado.
-Invencible…-murmuro
sacando conclusiones en su cabeza. Se giro para verlo respirar con agitación,
se veía con varios cortes y rasguños, pero sin embargo seguía firme y con
parada varonil. Bajo su mirada al suelo para nuevamente volverla hacia el erizo
que los miraba a lo lejos- Bobo…-llamo, éste la miro ofendido- Algunos tiene
una misión mucho más importante que otros-soltó dibujando una leve sonrisa-Un
ejemplo muy notable, somos nosotros dos-dijo dedicándole una sonrisa divertida,
él la miro sin entender- Yo soy una ladrona, una mujer manipuladora, egoísta y
codiciosa.
-Tu eres un equidna, noble, amable, bondadoso, gruñón en
ocasiones-rio picara- Pero una buena persona después de todo- Knuckles lo miro desconcertado-
Yo soy una escoria en este mundo, y tu eres una bendición…-confeso soltando un
suspiro cansada- Ahora dime, si cualquier persona tuviera que salvarte a ti o a
mi ¿A quién elegiría?-pregunto desconcertándolo.
-Rouge…¿Qué
intentas decir?...
-Lo
correcto-dijo bajando su mirada azul cielo, al suelo- Salvar tu vida, en vez de
la mía…
Knuckles
se quedo desconcertado al verla acercase con lentitud y plantar sus labios sobre
los de él. Ensancho sus ojos al notar como una leve lágrima corría por su
mejilla derecha, escapando de sus ojos entre cerrados que lo miraban con cierta
tristeza. No supo que mas paso al verla desaparecer lentamente, mientras sentía
como un fuerte golpe rodeaba su nuca, llegando al punto de dejarlo
inconsciente. Lo último que vio fue sus labios carnosos y sensuales susurrarle
un leve “Te amo…cabeza de nudillo…” antes de que todo se volviera completamente
oscuro.
Lo
sostuvo con esfuerzo para que no cayera en seco al suelo, con delicadeza lo
dejo en el suelo. Lo vio por leves segundos, antes de fruncir el ceño y girarse
hacia el erizo negro que se encontraba cruzados de brazos mirando en silencio.
Saco de su bota un estuche de maquillaje, con destreza se miro en el pequeño
espejo en su interior y se delineo sus labios carnosos con un intenso rouge
rojo. Pase lo que pase, ella pelearía como una dama.
Cerró
el estuche y lo volvió a guardar en su lugar, se acomodo su traje mientras se
lo sacudía de su polvo. Le sonrió al erizo con arrogancia.
-Comencemos
con esto, erizo-dijo extendiendo sus alas por detrás de su espalda con firmeza
e impotencia. De un salto termino al frente del erizo negro, comenzando a
lanzarles golpes continuos y rápidos. El erizo con rapidez se los bloqueaba
mientras de igual manera les lanzaba ataques de igual manera. Lo tenía que
admitir la murcielaga, sabia la lucha de
cuerpo a cuerpo.
Soltó
un suspiro cansado, tenía que admitir que su contraparte buena poseía una simpatía con esa murcielaga. Podía
sentirla como una especie de amiga, pero ese no era su caso. Debía acabar con eso de una buena vez. Extendió su pie
plantándoselo en su estomago lanzándola fuertemente hacia atrás. Camino hacia
ella y extendió su mano mostrando una firme pistola, dispuesto a disparar para
acabarla.
-Muere-dijo
mirándola a los ojos. Ella lo miro con cierto temor, la vio apretar sus dientes
con fuerza pero sin embargo una leve mueca de diversión adornaba su fino y
femenino rostro.
Soltó
un quejido de dolor al sentir un fuerte ardor en su pierna derecha. Adolorido
llevo su mano en la que cargaba su arma, hacia la herida que se abría debajo de
su piel. Vio hacia los lados con una mueca de dolor, como las sombras
demoniacas, gritaban y gemían siendo traspasada por varios laser color rojos.
Miro hacia los causantes de esos ataques y apretó sus puños con ira, al darse
cuenta de quién era…